«LOS FALSOS SOLANEROS»

Solana ·

V Marqués de Monsalud.

A comienzos del siglo XX se hallaron en el término de Solana varias piezas arqueológicas romanas y visigodas que fueron adquiridas y estudiadas por Don Mariano Carlos Solano, Marqués de Monsalud. El noble estudioso de las antigüedades había nacido en Madrid en 1858 y heredado de su padre en 1886 el título de V Marqués de Monsalud; diez años más tarde formaría parte de la Real Academia de la Historia como académico de inferior categoría y no sería elegido académico hasta 1898. A la muerte del padre, el marqués y su madre eligieron como residencia el palacio de Almendralejo, donde vivió a partir de entonces, realizando excursiones arqueológicas por los pueblos extremeños en busca de “novedades epigráficas” que compartía y debatía en correspondencia epistolar con el académico y amigo Padre Fidel Fita y en las que intercambiaron calcos e informaciones de más de una docena de piezas que incorporó a su colección particular que tenían orígenes en las tierras de Solana de los Barros.

De sus excursiones a Solana hablaba de puteales, lápidas, sillares, losas, umbrales, tejas, losetas, ladrillos, etc. y cualquier cosa que tuviera inscripciones epigráficas de origen romano y visigodo. Al parecer, cuando se corrió la voz de que el marqués pagaba por estas «piedras» con inscripciones, surgieron algunos «espabilaos» en la comarca que hicieron negocio con copias y falsificaciones de algunas inscripciones y que el incauto aristócrata compraba entusiasmado.

En 1951 los prestigiosos paleógrafos Jean Mallon y Tomás Marín publicaron una obra muy crítica titulada Las inscripciones publicadas por el Marqués de Monsalud (1897-1908) negando credibilidad a la mayor parte de las inscripciones publicadas por el marqués en el boletín de la Real Academia de la Historia. Ese mismo año Marín publicó en la Revista de Estudios Extremeños El V Marqués de Monsalud y su colección de Almendralejo  donde se excusó en parte diciendo que pudieron haber sido injustos y duros en sus conclusiones, al centrarse solo en los fallos y defectos que cometió el marqués y no en su obra global.

En Inscripciones del Museo de Cáceres, publicadas por Monsalud y por Mallón y Marín, del investigador Carlos Callejo Serrano en la Revista de Estudios Extremeños, se matiza que en las dieciséis inscripciones que se conservan en el museo de Cáceres publicadas por Monsalud no hay falsos y que más de la mitad tienen una trascripción y traducción bastante correcta, por ello se puede llegar a pensar que es probable  que ocurra lo mismo con el resto de las inscripciones publicadas por el estudioso, aunque queda claro que su obra debe manejarse con precaución. En 1997 Luis García Iglesias publicó “El noble estudioso de Almendralejo” y decía que “Monsalud merecía muchas veces el crédito que Mallon y Marín le negaban por principio sin demasiada justicia.”

Con estos antecedentes y precauciones hay que reconocer el mérito de Monsalud por recoger y documentar una gran cantidad de objetos arqueológicos que nunca hubieran formado parte de ningún estudio si hubieran desaparecido y que, lamentablemente, es lo que ocurrió después con una buena parte de las piezas que se hayan en paradero desconocido por la dejadez de su heredero.

El caso de las inscripciones de Solana es especialmente llamativo, porque según Mallon y Marín 12 de las 14 piezas publicadas entre 1906 y 1908 por Monsalud indicando este origen eran falsas, y las otras 2 dudosas (de las que hablaremos otor día), pero ahora no tenemos la posibilidad de analizar su autenticidad o su rigurosidad científica sin disponer de los originales. Alrededor del marqués debió crearse una trama de varias personas con cierta formación que se valdría de «avisadores» de descubrimientos en los pueblos de la comarca, artesanos que hicieron grabados en barro y pizarra para hacerlos pasar por antiguos y alguna especie de «marchante» que le vendería los calcos, o las piezas falsas, al crédulo aristócrata que llegó a adquirir hasta piezas duplicadas en distintas fechas y, aparentemente, sin darse cuenta. De hecho, por la cronología de los hechos y por los textos, no es descabellado pensar que algunas piezas no eran falsas, pero que serían de otros lugares y descubrimientos, y la picaresca haría el resto para lograr un múltiple negocio: Las piezas originales se venderían al mejor postor, al mismo tiempo se harían calcos y falsificaciones en barro o pizarra con la misma inscripción, o con pequeñas variaciones; primero le venderían el calco con una historia inventada sobre la procedencia de las piezas en las áreas de su interés y después le ofrecerían la posibilidad de comprarlas para su colección.

La especial predilección de los falsificadores por indicarle a Monsalud descubrimientos en este pueblo debía tener un trasfondo para que pudiera ser engañado tantas veces y es que realmente había en Solana varios yacimientos y que es cierto que generaban noticias verdaderas de ese tipo de descubrimientos pero, al parecer, las inscripciones reales no le llegaban a él, sino las falsificaciones que hacían pasar como provenientes de esos sitios. En total publicó en esos años 14 inscripciones (4 baldosas y 3 tejas de barro, 3 losas y 2 lápidas de pizarra, 1 lápida de mármol y 1 signo militar de bronce); de ellas solo se conservan fragmentos de una (claramente falsa) y el original en barro de otra en el Museo de Mérida, pero que al marqués se la dieron dos veces, con 5 años de diferencia y dos orígenes distintos, siendo presuntamente la segunda una copia falsificada sobre pizarra.

Cualquier solanero que haya leído las publicaciones de Monsalud en el boletín de la Real Academia de la Historia podrá empatizar con la candidez del marqués para dejarse engañar, pero seguramente también habrá compartido las ilusiones de esos descubrimientos, aunque fuera momentáneamente, y que nos hablaban de esos primeros pobladores documentados en las inscripciones.

Lamentablemente las inscripciones latinas verdaderas están desaparecidas, y de las falsas tampoco hay forma de saber si alguna de las copias estaba basada en algún original hallado en Solana o alrededores; así que lo que podía ser un bonito capítulo de nuestra historia se transforma en la curiosa anécdota de los «FALSOS SOLANEROS«:

  • El piadoso y longevo señor de 92 años llamado Lucio Conde Zótico, padre de Pío.
  • Conde Marciano, cristiano «siervo de Dios», fallecido a los 21 años.
  • Hermes, el hijo de Aulio Junio Megalia, provenientes de Itálica.
  • Marcial Primo, cristiano «siervo de Dios», fallecido a los 26 años.
  • Matidia, la esclava liberta «bella y castísima», hija de Quinto Trayo.
  • El ñiño de 2 años Rufo Junio, hijo de Enna.
  • Terencia Evinia, muchacha de 16 años, hija de Domicia.
  • Alio Bebio, cristiano «siervo de Dios», fallecido a los 26 años.